Pokemon: Historias de Buenos Aires

Para todos aquellos escritores que quieren compartir sus obras con el mundo, ya tienen el rincón para hacerlo. =)
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shiny scyther
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por shiny scyther »

Recuerdo esa tarde en que me dijiste que ibas a escribir este fic y te dije.... bueno.

Esta copado, como te he dicho en persona, la idea de que se capitaliza el mundo pokemon and stuff es muy copada (aunque en el momento en que se muestra en la historia... no se por q, pero Juan no lo senti muy sorprendido, capaz es por q yo soy un jodido) y obviamente tambien el lugar y tiempo donde decidiste desarrollar la historia, like, never seen bifourrrrrr, sinceramente todavia esta en etapa de, ya vamos a entrar en la historia, pero bueno, es copado saber que al menos queres darte el tiempo para que los personajes principales puedan ganar experiencia y confianza entre ellos antes de que se arme el bardo jodido. Y hay un growlithe =D

Siga escribiendo que la magia recien empieza, corean man.
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Kharfax
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Kharfax »

Interesante... hasta ahora muy bueno, quizas ayude mas a ubicarse en el contexto una mayor descripción del lugar en pasa todo y algunos detalles que nos ubiquen mejor en la epoca por el resto me parecio bien :D
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Gonzaa
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Gonzaa »

shiny scyther escribió:Recuerdo esa tarde en que me dijiste que ibas a escribir este fic y te dije.... bueno.

Esta copado, como te he dicho en persona, la idea de que se capitaliza el mundo pokemon and stuff es muy copada (aunque en el momento en que se muestra en la historia... no se por q, pero Juan no lo senti muy sorprendido, capaz es por q yo soy un jodido) y obviamente tambien el lugar y tiempo donde decidiste desarrollar la historia, like, never seen bifourrrrrr, sinceramente todavia esta en etapa de, ya vamos a entrar en la historia, pero bueno, es copado saber que al menos queres darte el tiempo para que los personajes principales puedan ganar experiencia y confianza entre ellos antes de que se arme el bardo jodido. Y hay un growlithe =D

Siga escribiendo que la magia recien empieza, corean man.

Es que más que sorprendido, estaba enojado e indignado.

Kharfax escribió:Interesante... hasta ahora muy bueno, quizas ayude mas a ubicarse en el contexto una mayor descripción del lugar en pasa todo y algunos detalles que nos ubiquen mejor en la epoca por el resto me parecio bien :D

Gracias, voy a ver si arreglo eso cuando escriba otro cap, ya tengo parte del fic escrito igual xD
--
Gracias :K
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Gonzaa
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Gonzaa »

Capítulo III - La lista de los siete

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[SIZE="3"][font="Verdana"]Capítulo III - La lista de los siete

Juan estaba sentado en una enorme ventana de madera, mirando hacia afuera. El panorama era de una calma abrumadora. Desde donde estaba, podía apreciar un bosque que se extendía hasta donde la vista podía llegar. Una suave brisa susurraba al oído del muchacho, templando la temperatura hasta lograr un clima agradable, parecía que la noche estaba allí sólo para él. Tapándole la vista se encontraba, como si de una molestia se tratase, un viejo roble; dicho árbol había estado ahí hacía cientos de años (a juzgar por su tamaño y fuerza). Juan no podía imaginarse su casa sin él.
El chico alzó la vista y miró hacia el cielo. El firmamento estaba plagado de estrellas. La luna, distante, ofrecía su luz como guía a quien la necesitase. Un recuerdo fugaz pasó por su mente, pero le restó importancia. Revisó su bolsillo derecho, y del mismo sacó una caja de cigarrillos y otra de fósforos. Se llevó un cigarro a la boca y encendió la cerilla raspándola con su zapato. Ya se encontraban ambas cajas de vuelta en su bolsillo, y le había dado dos o tres pitadas a su Jockey Club, cuando sintió la presencia de Thomas a sus espaldas.

- Sabés, ese Growlit-
- Ares – interrumpió Juan.
- ¿Qué?
- Ares. El perro se llama Ares.
- Da igual. Ares es uno de los pokemon más fieles y leales que existe. Sólo dale un poco de comida y va a aceptarte como su maestro.
- Está bien.
- Juan, vas a necesitar un arma.

El muchacho tenía la mirada ausente. Si bien parecía que estaría concentrado en cualquier cosa menos en la conversación, su mente analizaba atentamente la última oración dicha. Necesitaría un arma. Y la necesitaba porque iba a matar.

- Sí, es verdad. Había pensado en usar el viejo hacha que tenemos para cortar leña.
- No, no. Olvidate de ese vejestorio. Te traje algo.

Thomas le dio una caja de madera a su nieto. La misma era notoriamente vieja y había juntado polvo durante algunos años. Tenía detalles grabados y una pequeña traba metálica. Juan la abrió y vio el contenido.
Era una hermosa pistola del siglo diecinueve. Tenía un solo cañón, y era de metal con empuñadura de madera. Si bien se notaba que tenía unos cuantos años, parecía haber sido muy bien cuidada y hasta recientemente pulida.

- ¿Sabías que nunca antes usé un arma de fuego, no?
- Lógicamente. Por eso es que vas a practicar los próximos días.

El muchacho le dio una pitada al cigarrillo. Estaba intentando descifrar en qué momento su vida tomó la determinación de acercarlo a la muerte. ¿Había sido el día en que su abuelo le contó sobre la privatización pokemon? No, había sido mucho antes. ¿Había sido la primera vez que tuvo que defender su vida a fuerza de puños? No, tampoco. Quizás el día de su nacimiento, cuando su madre murió y su padre se dio a la fuga. Sí, había sido ese mismo día, pero no en ese momento. Su vida tomó la obstinada decisión de acercarlo a la muerte, el día en que nació, en el preciso momento en que su abuelo se hizo cargo de él.
Tiró la ceniza de su cigarro por la ventana, y le dio otra pitada. Tendría que matar a un hombre (que en su imaginación era grande y gordo) con una pistola, un canino escupe fuego y –aunque le costaba admitirlo – una lagartija. Definitivamente necesitaba mejorar su puntería.

- ¿Y… cómo se supone que tengo que proceder? ¿Voy a la oficina de Silph S.A. y mato a todos los que estén ahí?
- No seas tan insensato, obviamente tengo un plan. Los hombres que están a cargo del proyecto son siete. Ocho, si contamos al pez más gordo. Hay dos que son expertos en el combate pokemon, y tres que ni siquiera los utilizan para su protección. Naturalmente, vas a empezar por los más inexpertos –el anciano hizo una pausa en la que buscó y sacó algo de su bolsillo -. Tomá, hice una lista. Tiene sus nombres y la dirección del lugar donde viven. Ninguno tiene familia.

Thomas extendió su mano con dicho papel en ella. Juan estiró el brazo y la agarró. Ojeó los nombres muy por arriba y volvió a sumergirse en sus pensamientos. Sólo podía imaginar a esos nombres como personas que eran asesinadas una y otra vez.

- Vas a tener que decirle a Karai que me haga caso.
- No, vos mismo tenés que ganarte eso. Quedate tranquilo, vas por buen camino.

Ante la confusa mirada de su nieto, agregó:

- Es obvio que hace unos días pelearon codo a codo. Se notaba desde lejos. Ese Treecko es bastante orgulloso, pero tiene buen corazón. Tarde o temprano se van a terminar entendiendo. Confiá en mí.

“Confiá”. Confiar. Confianza. El chico no había hecho nada más que confiar en su abuelo durante todos estos años. Confió en lo que le enseñó acerca de la política, y de los derechos y valores de las personas. Siguió confiando en él cuando recibió el primer puñetazo, y también cuando conectó el primer gancho en respuesta. Incluso confió en su abuelo cuando las personas empezaron a murmurar cada vez que se acercaba, y cuando dejaron de dirigirle la palabra.
Juan no se arrepentía de confiar en su abuelo. Después de todo, era el único que no le dio nunca la espalda. Era el único que le dio comida y refugio. Le dio educación y amor.
Sin embargo, todo esto de los pokemon había puesto su confianza en jaque. Es verdad que la situación estaba totalmente en contra de todo lo que ellos defendían. ¿Pero hasta qué punto la vida de ocho personas y quién sabe cuántos pokemon valían menos que sus ideales? Le dio una pitada a su Jockey Club.

- Si seguís fumando, te vas a morir – comentó Thomas, a modo de juicio-.

El muchacho sonrió irónicamente. Inclusive ahogó una risa.

- Supongo que es un riesgo que estoy dispuesto a tomar.

El anciano estaba a punto de irse, cuando un segundo de duda lo hizo pensar y su semblante cambió. Se veía preocupado. Hacía mucho que el chico no veía esa cara.

- Me parece que no viste la lista con mucha atención. Y quizás debiste haberlo hecho. Hay un nombre que… no creo que te guste mucho.

Juan la miró de nuevo, pero esta vez con más atención. Inmediatamente entendió a lo que se refería su abuelo. Los últimos dos artículos de la lista eran pseudónimos. Siendo el anteúltimo, el que más lo preocupó. Sus ojos se abrieron como platos.



- No.
- Veo que ya te diste cuenta. Lamentablemente es cierto.
- N-no…

El muchacho parecía haber perdido el control. Todo su cuerpo se tensó de repente, con los ojos fijos en ese nombre.

- No puede ser.

El séptimo lugar en la lista rezaba: Kiburu. Kiburu era un chico de su edad, quizás uno o dos años mayor. Era un muchacho japonés que se había mudado recientemente desde su país de origen. De él no se sabía mucho, incluso había gente que no creyera que existiera.
Se decía que Kiburu había tomado el control de todo el crimen organizado (o “mafia”, como le decían los inmigrantes italianos) de la provincia en unos cuantos días. Se decía que tenía una espada tradicional japonesa (“katana”) y –a diferencia de los guerreros samurái – la utilizaba sola, sin la espada más pequeña (“wakizashi”) como apoyo.
En Japón ya se habían privatizado los pokemon hacía años. Chicos y adultos de todas las edades capturaban y combatían con las bestias. Kiburu no era le excepción, y habiéndose criado desde su nacimiento en ese sistema, era experto en el combate y adiestramiento de monstruos.
No tenía familia, asique no tenía nada que perder. Nada por lo que morir. No tenía nada, y al mismo tiempo lo tenía todo. Se comentaba en las calles que sus ojos eran de furia, de muerte, de miedo.

- Acordate que tenés que entrenar tu puntería y darle de comer al Growlithe. Ah, y Juan… – Thomas hizo una pausa – suerte.

Después de su sentencia, el anciano abandonó la habitación. Se fue sin darse cuenta que su nieto seguía en la misma posición.
Juan estaba totalmente tenso y mirando la lista. Sabía que iba a tener peleas de vida o muerte, pero no había sentido tan cercana la posibilidad de morir hasta ese momento. Mierda, se moría de miedo.
El cigarrillo se deslizó entre los dedos del muchacho y cayó a través de la ventana. Si alguien hubiera estado mirando desde lejos, podría haber visto –a través de la negra noche -, un débil resplandor rojo que se acercaba lentamente al suelo. Justo en la mitad de la caída, se podría haber apreciado un brillo amarillo que duró una fracción de segundo. Una ráfaga de aire y sensación de movimiento, para que posteriormente desaparezca el cigarro de la vista.
Si alguien hubiera estado mirando, habría jurado que algo agarró el Jockey Club a mitad de camino. Algo o -quizás-, alguien. [/font][/size]

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Se viene, se viene (li)
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Tommy
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Tommy »

Es raro, me da la sensación de que el fic va lento en cuanto a estilo narrativo y acontecimientos, pero a la vez todo está cargado de una dinámica casi brutal que lo lleva al protagonista en el tercer capítulo a temer por su vida y estar metido de lleno en un quilombo de proporciones bíblicas. Y su abuelo es un hijo de puta manipulador, pabre pibe. xD
Pero bueno... en esos tiempos los jóvenes eran menos nenas que ahora, así que quiero ver mucha sangre y destrucción.

Gym leaders lalalala. <3
Aunque me sorprende que sólo dos sean entrenadores... con los demás va a ser pura piña cara a cara? xD Cosa rara, pero no puedo quejarme.

Vas bien. :D

PD: Ah y me gusta el nombre del Growlithe. Como que... le queda.
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Kharfax »

El super anarquista el abuelo ese jajaja por el otro lado espero que el lore de la historia sea fuerte (aunque me parece que por como vas planteando la historia si) para darle justificacion a que el abuelo tenga tanto odio y rechace de esa manera estas cosas
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por shiny scyther »

Mi capitulo preferido so far. Muy buena ambientacion, creo que es lo que mas me copo, se puede sentir donde estan los personajes. Y ya de una se manda al prota al frente a matar gente, la lista, a lo kill bill.

Muy bien.
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Gonzaa »

Tommy escribió:Es raro, me da la sensación de que el fic va lento en cuanto a estilo narrativo y acontecimientos, pero a la vez todo está cargado de una dinámica casi brutal que lo lleva al protagonista en el tercer capítulo a temer por su vida y estar metido de lleno en un quilombo de proporciones bíblicas. Y su abuelo es un hijo de puta manipulador, pabre pibe. xD
Pero bueno... en esos tiempos los jóvenes eran menos nenas que ahora, así que quiero ver mucha sangre y destrucción.

Gym leaders lalalala. <3
Aunque me sorprende que sólo dos sean entrenadores... con los demás va a ser pura piña cara a cara? xD Cosa rara, pero no puedo quejarme.

Vas bien. :D

PD: Ah y me gusta el nombre del Growlithe. Como que... le queda.

O sea que está balanceado, de una manera caótica (?)
Quién dijo que sólo dos eran entrenadores? :ymd
Gracias :K

Kharfax escribió:El super anarquista el abuelo ese jajaja por el otro lado espero que el lore de la historia sea fuerte (aunque me parece que por como vas planteando la historia si) para darle justificacion a que el abuelo tenga tanto odio y rechace de esa manera estas cosas

No te podrías imaginar.

shiny scyther escribió:Mi capitulo preferido so far. Muy buena ambientacion, creo que es lo que mas me copo, se puede sentir donde estan los personajes. Y ya de una se manda al prota al frente a matar gente, la lista, a lo kill bill.

Muy bien.

Que bueno que te haya gustado. Y nunca vi Kill Bill, pero asumo que tenés razón xD

--

Gracias a todos de nuevo :K Si no hay algún contratiempo, este miércoles como todos, sale el nuevo cap.
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Kharfax »

Me quedo una duda con la "pistola", si es un revolver o si es uno de esos tipo mosquete (revolver puede ser poque hay desde 1800, escasos pero hay)
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Gonzaa »

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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Golden »

No estoy comentando nada en el foro, pero vamos a cambiar eso. Me gustó, tiene un tinte extraño que atrae, quizás lo argentinesco de por medio. Al principio me negué quizás porque dije "seguro que no va a ir a buscar las 8 medallas argentinas ni a competir en la Liga de la Patria ni nada por el estilo" pero supo ganarse un lugarcito en mi tiempo y lo leí y gustó (aunqué esos 7 + 1 hacen pensar en algo parecido a las medallas...).
Obviamente recién van tres episodeos nomás, falta mucho por conocer, y lo espero.
Críticas? no soy de hacer eso porque no tengo experiencia, quizás con más capitulos diga algo, pero por ahora tranqui. A parte también abandoné mi fic asi que no puedo decir mucho (ya iniciaré otro).

Suerte con esto!
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Gonzaa »

Golden escribió:No estoy comentando nada en el foro, pero vamos a cambiar eso. Me gustó, tiene un tinte extraño que atrae, quizás lo argentinesco de por medio. Al principio me negué quizás porque dije "seguro que no va a ir a buscar las 8 medallas argentinas ni a competir en la Liga de la Patria ni nada por el estilo" pero supo ganarse un lugarcito en mi tiempo y lo leí y gustó (aunqué esos 7 + 1 hacen pensar en algo parecido a las medallas...).
Obviamente recién van tres episodeos nomás, falta mucho por conocer, y lo espero.
Críticas? no soy de hacer eso porque no tengo experiencia, quizás con más capitulos diga algo, pero por ahora tranqui. A parte también abandoné mi fic asi que no puedo decir mucho (ya iniciaré otro).

Suerte con esto!

Muchas gracias por leer y los buenos deseos. La idea es no decepcionar a nadie :K
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Gonzaa »

Bueno, perdón por el retraso. No tengo excusa, pero sí les puedo decir que creo que les va a gustar el capítulo.

Capítulo IV – Horacio Méndez

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[SIZE="3"][font="Verdana"]Capítulo IV - Horacio Méndez


Las últimas semanas habían pasado más rápido de lo que Juan habría querido. Las imágenes de los hechos pasaban por su mente como recuerdos fugaces. Su vida dependía del poco entrenamiento que había tenido esos últimos días.
Lo que más le costó fue aprender a manejar la pistola. Era pesada la muy hija de puta. Sin embargo, después de un par de días de dispararle a algunas latas en el patio de su casa, se auto convenció de que estaba listo para usarla.
También se había dedicado a fortalecer su lazo con Ares. Era verdad que el can aceptaría los roles de amo y mascota con facilidad, pero eso no implicaba que lo respetara ni que supieran trabajar en conjunto. Juan tuvo que aprender a dar órdenes y pensar estrategias. Las enseñanzas de su abuelo fueron claves para poder embarcar ese tema.
Las batallas fueron entretenidas, ya que Karai se había decidido a demostrar que podía derrotar a Ares de nuevo, mientras que el perro no se había olvidado de la última batalla y quería reivindicarse.
Aun así, el evento que se grabaría a muerte en su memoria, sería un diálogo que tuvo con el Treecko.

//FLASHBACK//

Atardecía. El cielo naranja resultaba agradable a la vista. Una brisa fresca jugaba con el pelo de Juan, quien se encontraba al pie de un enorme árbol. En una de las ramas, recostado y pretendiendo ignorar al muchacho, estaba Karai.

- Pss. Lagartija.

El reptil miró de reojo, con su habitual soberbia.

- Sé que no nos llevamos muy bien. Y, creeme, no quiero cambiar eso. Pero mi abuelo… él confía en nosotros. ¿Sabés? – El muchacho apretó el puño derecho y miró hacia abajo. – Es nuestro deber cumplir su sueño. Thomas ya está viejo, no puede solo. No, no podría. Él… él es muy importante para mí. Y sé que para vos también.

Karai no se inmutó.

- Si hacemos esto bien… si triunfamos… quizás las cosas vuelvan a ser como eran antes. Y no digo como hace unas semanas. Quiero decir que con un poco de suerte, el abuelo vuelva a ser como era hace un tiempo. Toda esa oscuridad y malas vibras no serían nada más que recuerdos. En fin, mañana tenemos que ir por el primer objetivo. Espero que me des una mano. Odio admitirlo, pero te necesito.



- Tengo miedo ¿Sabés? Mucho miedo. Sé que en algún momento voy a tener que enfrentarme a esa máquina de matar y me pone muy nervioso. Pero hice un juramento, y también te lo juro a vos. Juro hacerme más fuerte, tanto como sea necesario. Ese bastardo no va a saber qué lo mató.

Juan se quedó un rato mirando el horizonte. No sabía si había intentado convencer a la lagartija o a sí mismo. Pero una cosa era segura, en un par de horas iban a tener que velar el uno por el otro.

//FLASHBACK//

***


Esa fría mañana, Juan caminaba por la calle semi desierta. No estaba seguro de qué lo esperaba asique decidió viajar ligero. En un bolsillo guardaba sus cigarrillos y fósforos, mientras que en el otro llevaba la pokeball de Ares y la pistola. En la mano derecha tenía la lista. Por alguna razón le daba seguridad revisarla una y otra vez, como si de esa manera impidiera que otro nombre se volviera igual de peligroso que el de Kiburu. Karai lo seguía desde atrás.
Después de caminar un buen tramo, llegó a la dirección que decía en el pedazo de papel.

- Imposible – murmuró.

Desde afuera, el lugar daba miedo. Claro, cómo podría inspirar confianza si era una jodida iglesia. No era muy grande, pero tampoco muy chica. Estaba rodeada por una cerca de madera y, por alguna extraña razón, por niebla. Un cartel en la puerta rezaba: “Iglesia: Nuestra sagrada familia”. Estaba en un estado deplorable, era obvio que carecía de cuidado hacía años. Parecía que los rumores de que estaba abandonada eran ciertos.
El muchacho se acercó a la puerta con cautela. Apoyó la mano en el picaporte y se dio el lujo de dudar por un instante. Sin embargo sabía que no podía acobardarse, no ahora. Tomó coraje y se abrió paso hacia lo que él intuía como el preludio que desenlazaría en su réquiem.
De ser posible, el lugar era aún más aterrador por dentro. Dos filas de viejos bancos de madera se extendían hacia adelante, en el espacio que había entre la puerta y el altar. Entre las hileras de asientos había espacio suficiente para que pudiera pasar una persona ancha. El sagrario era de piedra, al igual que el piso y paredes. En una esquina alejada, colgaba una jaula con algún tipo de ave azul en pésimo estado. La oscuridad y niebla inundaban el lugar. La idea de huir volvió a aflorar en la mente de Juan.

- Hora… Hora… - la voz del muchacho se oía frágil y quebradiza.- ¿Horacio Méndez? Horacio ¿Está usted acá?



No hubo respuesta. No verbal, al menos. Sin embargo, a la distancia se podía notar una silueta bastante grande acercarse. Y en cada paso se agrandaba más y más. Cuando finalmente estuvo a una distancia prudencial del chico, una voz se hizo presente.

- Pocos se atreven a venir a este lugar. Verás… por alguna razón intuyen que hay alguna maldición en la iglesia. Es curioso, ya que nadie se queja cuando hago el trabajo sucio para los extranjeros.

Juan no podía distinguir perfectamente a su interlocutor pero podía adivinar su forma a grandes rasgos. El hombre le sacaba una cabeza, y era ancho como dos personas. Llevaba una vieja túnica de monje de siglo dieciséis aunque no tenía la capucha puesta. Al parecer era calvo y –aunque no se podían distinguir las facciones de su rostro- el muchacho juraba estar viendo un par de ojos rojos resplandeciendo a través de la niebla. La puta madre, era grande y gordo como se lo había imaginado.

- Horacio Méndez – empezó a decir Juan, esta vez con un poco de falsa convicción en el tono de voz -, sepa usted que vine a hacer justicia para los Rojos. Este asesinato es político y tiene un mensaje. Un mensaje de revolución.

Apenas concluyó el chico la frase, el hombre se echó a reír exageradamente. La carcajada inundaba el lugar, y el eco de la iglesia le daba un tono lúgubre que erizaba la piel.

- Muchacho, o sos muy valiente, o muy estúpido. Dale, vení. Quiero ver qué tenés.

La incertidumbre inundaba cada vez más los pensamientos de Juan. El tipo era gigante y parecía estar muy confiado. Teniendo en cuenta que Karai había desaparecido al entrar al templo, sólo contaba con la pistola.

- Carajo – murmuró el chico.

Juan sacó la pistola de su bolsillo y la colgó en la parte de atrás de su pantalón, con el cañón dentro de su ropa pero la empuñadura afuera, lista para ser utilizada. Con un poco de suerte, la niebla había camuflado su acción. Luego de debatirse consigo mismo si ir a pelear contra Horacio o no, actuó como su instinto le dictaba.

- Grow.

El resplandor de la pokeball al liberar al pokemon duró un instante, pero iluminó lo suficiente para confirmar el hecho de que el tipo tenía los ojos de color rojo sangre.

- ¡Ares, quemalo con Ember y después mordelo! Confío en vos.
- Growlithe.

La mirada del perro era de temer. Se notaba su sed de sangre desde lejos. En algún rincón del cerebro del muchacho, agradecía haberse encontrado con un can tan violento.
Ares escupió fuego por sus fauces, pero –como sucedió con los Growlithes que habían atacado a Juan aquella vez- no hizo más que presentarle una molestia a Horacio, quien recibió el intento de mordida del perro con una tremenda patada en el lomo del pokemon.

- Pibe, sos un cagón. Creí que ibas a pelear vos. No te preocupes, ya te va a tocar.

Acto seguido, el hombre se disponía a conectar otra patada contra el Growlithe, cuando algo lo golpeó en la espalda haciéndole perder equilibrio. Ares aprovechó ese momento para incorporarse y alejarse de la mole que había puesto su atención en no caerse.
A ambos lados de Méndez, Karai a la izquierda y el canino a la derecha estudiaban a su oponente, esperando instrucciones.

- ¡Ares, Helping Hand!

El perro comenzó a ladrar, lo cual llamó la atención del tipo y descuidó su espalda. Si bien el Growlithe recibió otra patada de lleno en sus costillas, la lagartija –quien parecía haber tomado fuerzas del aliento de su compañero- se colgó de la espalda de su oponente y con la boca comenzó a succionarle líquidos vitales.

- La reputísima madre. Me cansaron – La sentencia, si bien inspiraba temor, notaba un dejo de dolor en la voz de Horacio-.

Con impresionante velocidad para alguien tan grande, el hombre le dio una última y violentísima patada al can. Ares no pudo esquivarlo debido a sus huesos rotos, y derrapó hasta la otra punta de la iglesia. Después de eso, el hombre se zarandeó hasta que Karai perdió el agarre y cayó al suelo.

- Lagartija de mierda.

Méndez le dio una paliza a puño limpio al Treecko, quien no pudo escapar. Cuando el tipo creyó que ya había causado suficiente daño, le quebró el brazo derecho y también lo pateó lejos.

- Ahora es tu turno, pendejo. ¿Pensabas que te podías cubrir atrás de tus bichos? Cagón.

Juan estaba muerto de miedo. Ahora iba a morir, este hombre lo iba a matar, estaba seguro. Pero no, no podía terminar todo ahí, algo tenía que poder hacer.

- Soy un idiota – dijo para sí mismo el chico.

Llevó una mano a su espalda y tomó la pistola. Sabía que ya estaba cargada, sólo tenía que apuntar y disparar, y el problema se acabaría. ¿Cómo no había pensado en eso antes?
La mole se acercaba a paso lento, pero firme. Desde donde estaba no podía distinguir el arma en las manos del muchacho. El eco de sus pisadas retumbaba por todo el lugar.

TUM. TUM. TUM.

Juan apuntaba a Horacio, lo tenía en la mira. Mierda, ¿Por qué temblaba tanto? El poco pulso que tenía hacía que perdiera el objetivo, a pesar del tamaño que tenía. Además, la niebla y la oscuridad no ayudaban para nada. Carajo.

PUM.

El ruido del cañón al ser accionado y el de la bala atravesando la oscuridad, empaparon los oídos de quienes se encontraban allí presentes. Le había errado. El hombre se reía a carcajadas de nuevo.

- No puedo creerlo. ¿Tenías un arma y no la usaste hasta ahora? Encima tenés tan mala puntería que le erraste. Dejame adivinar, estás temblando ¿No?
- Mierda, mierda, mierda.

El muchacho temblaba de la desesperación. Tenía que cargar de nuevo el arma tan rápido como le fuera posible. La puta madre. Revolvió sus bolsillos y se le cayó todo lo que tenía en ellos. ¡Idiota! Si ahí no estaban las balas.
Se agachó y sacó de su media derecha una pequeña caja llena de balas. El pulso lo estaba traicionando, temblaba demasiado. Al abrir el estuche, los proyectiles cayeron y rodaron en todas las direcciones. El pánico inundaba a Juan. Mierda, tenía que agarrar una y cargar su pistola cuanto ant-
El chico no pudo terminar de pensar la frase, ya que una violenta patada le dio de lleno en la mandíbula. No había terminado de caer, cuando otra le dio en el pecho. Rodó hacia atrás. Juan intentó levantarse trabajosamente, pero su oponente ya lo había agarrado del cuello de la camisa. Horacio lo levantó hasta que las cabezas estuvieron a la misma altura. Se cruzaron las miradas. Desesperación por un lado y demente satisfacción por el otro.

- A ver, pibe. Si me pedís perdón puede que te deje salir con vida… quizás. Pero tiene que sonar convincente eh, nada de medias tintas. Quiero escuchar como rogás por tu vida.

Juan hizo un esfuerzo descomunal para mantenerle la mirada. Miró por un segundo al tipo y abrió la boca. Pero no la abrió para pedir disculpas, sino que le escupió una gran cantidad de sangre en la cara a Méndez; quien volvió a estallar en carcajadas.
Sin dejar de reír, el hombre tiró al muchacho al piso y comenzó a darle una paliza a puño limpio. Un golpe, y otro golpe, y otro, y otro. El ruido de los nudillos rompiendo huesos era amortiguado por la risotada que se escuchaba en toda la iglesia. Hasta que paró.

- ¡Qué tonto que soy! ¿A dónde están mis modales? – preguntó al aire Horacio, seguido de una patada descomunal que hizo barrer al chico hasta la pared más cercana – Esta es una visita política. ¡Casi me había olvidado! No puedo matarte sin darte un último deseo… ¿No? – una macabra sonrisa se había dibujado en la cara de Méndez.

Juan hizo un esfuerzo descomunal para incorporarse, pero el extremo dolor que sentía, sólo le permitió sentarse con la espalda apoyada en la pared. Asique así se terminaba todo. Sólo tenía dieciséis años y estaba a punto de morir… pensar que le tenía miedo a Kiburu. Recordar eso le causaba una sensación cercana a la diversión.
La secuencia de su vida pasó ante sus ojos. No estaba seguro si era porque estaba por morir, o por los litros de sangre que había perdido, pero hasta le pareció ver a Ares caminando dificultosamente detrás del gigante. Asoció esa visión con el recuerdo de la pelea y dejó que el pensamiento se perdiera entre los demás.
El muchacho había perdido toda esperanza posible, aunque un recuerdo fugaz lo hizo pensar en algo. El dolor de cabeza era intolerable, encima el gordo seguía gritando.

- Te hice una pregunta mocoso. ¿Cuál es tu último deseo?

Una idea pasó por la cabeza de Juan.

- Dale, no tengas miedo, quizás hasta te lo cumpla como diversión personal.
- B-b-bueno… -la voz del muchacho salía casi sin fuerza, no había hablado en mucho tiempo y se encontraba muy débil.

Recuerdos de Thomas dándole clases sobre los pokemon pasaron por la memoria del chico.

- Me gustaría… me gustaría un último cigarrillo.

Debilidades, resistencias, tipajes.

- ¿Cómo no? – El hombre tenía una macabra sonrisa plasmada en la cara. La situación lo divertía mucho. Estaba disfrutando.

Horacio sacó un cigarrillo y un Zippo del bolsillo de la túnica. Colocó el cigarro entre los labios de Juan y le dio fuego con el encendedor. El chico le dio una pitada, con una dificultad pasmosa para respirar.
Habilidades, ataques, naturalezas.

- Disfrutalo pendejo. Cuando lo termines, te mato.

El muchacho estaba cara a cara con Méndez, quien se había agachado para estar a su altura. Juntando todas sus fuerzas, Juan hizo un movimiento con su cabeza y escupió el cigarrillo; que salió dirigido con bastante fuerza hacia donde estaba el ojo izquierdo de su verdugo. Pero claro, alcanzó con un rápido movimiento para esquivar el cigarro. El tipo se echó a reír de nuevo.

- ¡Qué divertido! Seguís queriendo atacarme aun estando a punto de morir. No es que una quemadura de cigarrillo me fuera a matar, pero valoro la intención. Va a ser una lástima tener que matarte, pero no quiero que me quemes la iglesia o algo así si te dejo vivir.
- G-g-gordo… el cigarro… no te lo tiré a vos.
- ¿Eh? – desconcertado, Méndez se dio media vuelta para ver qué había pasado con el cigarrillo.

Todo pasó demasiado rápido. Primero, el hombre vio al Growlithe, muy dolorido pero con fuego en los ojos; de hecho, tenía fuego en todo el cuerpo. Parecía que las brasas del cigarro lo habían tocado y le dio mayor poder de combustión. Sin dejar pasar ni un instante, Ares lanzó una bocanada de fuego tan poderosa, que calcinó la cabeza del tipo en segundos. Finalmente, el perro le mordió y despedazó la cara a Méndez, en un festín de sangre y carne cruda.
Lo que más daba miedo, es que el hombre no llegó a morir con el golpe de calor, y se escucharon sus gritos en el primer par de mordiscos que le dio el can.

***


Con más trabajo del que había imaginado, Juan salió de la iglesia. Entre Karai y Ares habían podido bajar la jaula que estaba colgada adentro. El muchacho, por su parte, recogió todas sus cosas y el encendedor del gigante antes de salir.
A Horacio Méndez le habría resultado irónico el desenlace que le dio Juan a la situación. Tirado en una lomada que se encontraba a distancia prudencial del templo, el muchacho tachó el primer nombre de la lista con su propia sangre. De fondo, se oía el crepitar de la madera al ser consumida por el fuego. La iglesia ardía como el mismísimo infierno.[/font][/size]

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shiny scyther
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por shiny scyther »

Epa.... sin dudas en este capitulo tuviste como un plus de narracion bastante alto XD me parecio muy bien descriptas muchas de las situaciones, al igual q con el anterior, fue facil darse una idea de el ambiente en que esta sucediendo todo. Muy genial mr gonzaa, esto se esta poniendo muy piola.
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Tommy
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Re: Pokemon: Historias de Buenos Aires

Mensaje por Tommy »

Ok esto fue épico. xD

Debo admitir que no sólo fue mi capítulo preferido hasta ahora, sino una de las cosas más geniales y bien compuestas que leí en un fic jamás. El ambiente, la iglesia (cómo garpan estos lugares para hacer matanzas y como ambiente puramente macabro), el gordo sacerdote cagando a trompadas a los pokemon. Muy, muy, muuuuy bien te quedó todo Gonza, te felicito de verdad. El momento con el pucho fue una de esas escenas trilladas pero que, bien hechas, pueden quedar geniales. Y no sólo la hiciste bien en lo narrativo y pausado de la situación, sino también en cuanto a lógica friki de los juegos. xD Gran manera de usar Flash Fire.

Por algún motivo imaginé que el pucho le iba a caer en la boca a Ares, que lo iba a consumir todo y a exhalar un torrente de fuego infernal... pero eso iba a ser demasiado surrealista. xDD

Espero el próximo, más te vale no abandonar esta cosa.
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