Más que nada este.. coso, va a ser un ejercicio de improvisación, algo para distenderme un poco y volcar sentimientos negativos y odio al mundo (?
Acá les voy a listar lo que pueden esperar de esto:
- Errores varios porque voy a tipearlo directamente acá sin usar word
- El setting como dije es de un MMO, muchos términos les van a resultar desconocidos pero eso agrega la diversión del descubrimiento (? si alguien tiene una duda igual puede preguntar, pero voy a tratar de que todo sea autoexplicativo
- Español neutro, por eso de la inmersión
- Poca estructura, no se alarmen si el plot se ve desencaminado, es por eso de la improvisación. xD Eventualmente va a llegar a algo si lo continúo, tenganme fe (?
- Como bien dice el título, esto puede tanto quedarse como one shot o continuar y ser algo más, va a depender de que tanto me guste a mi y a ustedes, de mis niveles de paja, etc.
Anyways, on with the story.
~Blood for Blood~
[align=left]Asomó apenas la cabeza, cubierta de desordenado pelo corto, por un agujero en el tronco. Le dolían terriblemente las costillas; adivinó que tenía una o dos rotas, pero aún no había tenido tiempo de sentarse y evaluar el daño.
Sus pupilas se deslizaron hacia un lado y hacia el otro, y solo cuando estuvo segura de que no la rodeaban más que frondosa vegetacion y Vespines que zumbaban inocuamente, volvió a introducirse en el árbol y se acurrucó contra una de las paredes internas del inmenso tronco. Olía a savia y a humedad, y estaba generalmente muy sucio, pero probablemente era aséptico comparado con el barro en su piel, la sangre seca bajo sus garras y mateando su cabello, y su general desaseo.
Suspiró; era el momento de ver con cuantos huesos rotos y hemorragias la había agraciado esta emboscada.
Pero primero lo primero: se quitó una pistola de la cartuchera y luego la otra, apoyándolas ambas donde pudiera sentirlas junto a su piel. Luego chequeó sus municiones. Tenía suficientes para dos Elyos, uno si el enemigo era muy hábil.
Haciendo una mueca mezcla de dolor y asco, despegó, con mucho cuidado, un trozo de cuero semidestrozado y embebido en sangre de debajo de un flanco. El sonido resultante fue repugnante, y el ya pálido rostro de la muchacha perdió el poco color que tenía. La herida era de una seriedad que no podía ignorar, no por mucho tiempo. ¿Pero que podía hacer? Faltaban varias horas para poder contar con el amparo de la noche, y aún así estaría saliendo al descubierto en territorio enemigo. Nadie iba a ayudarla, no conocía el terreno, sus animales, sus monstruos, incluso sus hierbas eran diferentes. Más que encontrar vegetales curativos o algo que la ayude a tratar la herida, era más probable que termine envenenándose y muriendo como una estúpida.
Casi todo en Rezien era perfectamente humano. Solo el tinte pálido, grisáseo, vagamente azulado de su piel delataba que no pertenecía a este mundo de sol y calor. Y las garras, como gruesos cuchillos que hacían las veces de manos. Las de los pies eran aún mayores y más pesadas, mortíferas como los talones de un ave de presa.
Tanto su cabello (corto y muy despeinado) como sus ojos eran de un azul apagado y triste, en claro contraste con los rasgos jovenes y suaves de su rostro. Un rostro que parecía "hecho para sonreír" como solía decirle el armero de la fortaleza.
Se preguntó si volvería a ver las nevadas cimas de Morheim, e inmediatamente se respondió que no. Si moría a causa de sus heridas, su alma estaba ligada al Kisk que escondieron infructuosamente al incio de la misión. Sin duda estaba rodeado de Elyos en este mismo momento. Esas bestias arrogantes la capturarían y le harían sepa dios qué cosas, y nunca volvería a su hogar.
Lo supo desde el momento en que el pequeño escuadrón se separó en medio del caos de magia ardiente y zumbidos de las flechas. De las alas blancas que se arremolinaron sobre ellos, acorralándolos, inflexibles, cazándolos sin piedad.
De la misma forma en que ellos habrían actuado en esa situación.
Fue una gran jugada, tenía que darle crédito a los Elyos. Sonrió con amargura; Incluso una novata en la guerra como ella podía ver que la ejecución fue impecable.
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-El Rift está abierto, entren!!
La voz del capitán poseía indiscutible autoridad. Era un Chanter entrado en años, de musculatura muy marcada y cicatrices que podían asustar al impresionable. Sus alas eran magnificas; a Rezien le había impactado su inmensidad y frondosidad de sus plumas, de un negro un tanto opaco y mustio quizás, pero aún así imponentes. Las suyas eran inmaduras y suaves en comparación- no importaba que ya ostentase un par superior a los del Daeva recien ascendido, no se comparaban con las del capitán, fuertes y entrenadas para largos vuelos en el Abyss.
Era un escuadrón de cuatro Deavas, elegidos personalmente por el comandante de Morheim, Aegir. Aunque Rezien sospechaba que su elección tenía más que ver con falta de espadas disponibles que su propia pericia como guerrera. Era una Gunslinger precoz, agil y escurridiza, que había aprendido rápido los trucos de su especialidad, y jugaba a sus fortalezas. Pero no se engañaba a si misma con respecto a su poder y especialmente su resistencia: un buen golpe y bien podría contar sus plumas.
Entonces eran ella, el capitán Chanter, un Ranger de pocas palabras, y su menos favorito del grupo: un Songweaver de gesto burlón que parecía más mercenario que soldado entrenado. El arpa mágica se veía completamente fuera de lugar entre sus enormes garras, tres o cuatro veces mayores que las suyas. Pero con todo, su habilidad era innegable. Era un grupo que se especilizaba en ataques de rango, que el comandante Aegir consideró adecuado para la misión en mano.
Rezien sonreía, hablaba, y bromeaba mucho, cosa que poco ayudaba a esconder su nerviosismo. Era apenas la segunda vez que pisaba suelo de Elysea, y la primera no había sido una experiencia particularmente divertida. Lo que más recordaba era el sol. Era tibio, era cálido, era extraño y amenazador. La tierra de Eltnen rebozaba de vegetación y piezas de caza, tierra fertil y clima ideal para la agricultura. Esa abundancia de recursos, esos hermosos parajes la llenaron de envidia y rencor. ¿Que habían hecho esos malditos Elyos para merecer el paraíso que poseían, mientras en Asmodae la gente trabajadora y buena moría de frío y hambre todos los días? Traidores y cobardes, los odiaba. Oh, cómo los odiaba!
Había sido una misión de reconocimiento y terminó sin que tuviera siquiera que desenfundar, pero la llenó de sentimientos oscuros que anteriormente no poseía. Ansiaba verter sangre Elya, más que durante todo su entrenamiento en Altgard y Pandaemonium.
El escuadrón se lanzó al través del Rift, un portal de energía aethérica impredecible que tenía la capacidad de comunicar Asmodae y Elysea por breves periodos de tiempo. Eran la única forma conocida de cruzar de un plano al otro, por lo que estudiosos intentaban aprender todo lo posible sobre ellos.
El objetivo de la misión era rescatar a una joven guardia que se había quedado atrapada cerca de la fortaleza de Eltnen, sin Kisk y sin medio de regresar a salvo. El Songweaver insitía, con voz jocosa, que la muchacha ya había sido capturada, su cuerpo seguramente profanado por los Elyos, a lo que Rezien reprimía enojadas palabrotas. ¿Como podía bromear sobre el tan funesto destino de una de sus hermanas Asmodianas?
Todo parecía ir sobre ruedas a primera vista. Con pasos silenciosos como felinos, avanzaron cuesta arriba hacia el punto estratégico donde esconderían el Kisk, y no vieron ni un solo Elyo en todo el trayecto. El sol los incomodaba a todos, incluso al viejo capitán, pese a que se esforzaba por no demostrarlo. El Ranger, que era fuerte y ancho de espaldas a la vez que ágil, desenfundó la enorme roca y la apoyó en el suelo con cuidado. El capitán realizó el breve ritual, y todos ligaron sus almas al Kisk, cuya apariencia que recordaba a una tumba no parecía perturbar a nadie.
Un Maeki (animal similar a un gran gato con antenas) se escurrió rápidamente entre unos arbustos, y fue entonces que el infierno se desató.
Rezien no entendió mucho en un inicio, pero se vio al instante cubierta toda por el enorme escudo del Capitán. La lluvia de flechas hacía dificil oír algo más.
-¡Corre! -Gritó.
-¡¡Corre, Rez!! -Gritó a su vez el Songweaver, cuya voz tersa adquirió un súbito tono melodioso; estaba entonando, pero un grito de dolor interrumpió el conjuro. Una flecha se le había enterrado en una pierna. Las espectaculares alas blancas de los Elyos cubrieron el sol. Gritaban órdenes, burlas, e insultos en su lengua extraña e incomprensible. Rezien desenfundó sendas armas, su confiable par de Shadedrenched Pistols, temblando como una hoja, de odio y de miedo. Sabía que no tenía oportunidad.
Un guante metálico, sin duda perteneciente al capitán, se cerró en torno a la delgada muqueña de la Gunslinger.
-No, vete!
Escuchó un nuevo grito; esta vez provino de las alturas. Un Elyo había sido alcanzado por una flecha somnífera del Ranger, y se precipitaba al suelo. Ahora entendía el porqué habían situado el Kisk en un lugar elevado: Rezien se escurrió del refugio del escudo y materializó sus alas, negras como la noche, con destellos rojizos. Se arrojó por el acantilado sin mirar atrás, atrapando las corrientes de aire y dándole a sus alas todo el impulso del que fue capaz. De haber sabido que aquella sería la última vez que podría usar sus alas para volar libremente por los cielos, habría disfrutado mucho más del vuelo, pese a lo sombrío de las circunstancias.
Volvió la cabeza hacia atrás justo a tiempo para ver como otros tres pares de alas negras salían disparados en direcciones dispersas, uno de los cuales, probablemente el Ranger o el Songweaver, parecía tener severas dificultades para mantener una linea recta. Miró hacia adelante y hacia atrás de nuevo; virar en un ángulo tan agudo a esta velocidad probablemente le destrozaría las alas, pero tenía que intentarlo, tenía que ayudar. Juntos eran mas fuertes.
Se preparó para el dolor, y éste la envolvió mucho antes siquiera de que pueda hacer el viraje suicida. Algo ardiente y afilado la alcanzó en un costado, provocándole un sufrimiento tan intenso que mantener el vuelo le resultó casi imposible. Cegada por el dolor, batió frenéticamente las alas en busca de alejarse todo lo posible de su atacante, un Sorcerer sin duda, y uno experimentado. Perdió altura sin siquiera notarlo. Fuego. Sentía la herida en llamas. Esquivó una rama, otra, una esquina del ala se le enganchó en una tercera. Antes de darse cuenta estaba rodando patéticamente por el suelo, hiriendose aún más y lastimando severamente sus alas.
Se levantó de un tirón, gimiendo de agonía. Sus alas se desvanecieron, pero era lo último en su cabeza: tenía que seguir alejándose. No parecía que la estuvieran siguiendo, pero no iba a arriesgarse, tenía que encontrar refugio y tenía que encontrarlo rápido.
Y así fue como terminó dentro del hueco de un árbol tan grande como el templo de Pandaemonium, jadeando con furia y con el corazón aterrorizado.
Luego de terminar de hacer un chequeo general de su condición se tranquilizó apenas. Lo que no tenía sentido visto que estaba fatalmente herida. La baja de adrenalina, quizás. Se sentía desvalida y vulnerable, y entendía que todos sus anteriores combates, ni multiplicados por cien, podrían haberla preparado para la realidad de esto. Era una mocosa inmadura que nada tenía que hacer en medio de todos estos experimentados guerreros.
¿Estarían vivos los demás? El capitán sin dudas lo estaba. Era demasiado hábil, demasiado astuto, demasiado fuerte como para caer en manos de esos estúpidos Elyos. Pero y los otros dos? ¿Y si los capturaron? ¿Y si estaban haciendoles las mismas cosas horribles que a la pobre guardia que habían ido a rescatar? ¿Como podría regresar a Asmodae sin ellos? ¿regresar a Asmodae? No, la situación no había cambiado, regresar era imposible sin importar cuanto lo deseara.
Inhaló profundamente, lo que le produjo un intenso dolor. Nada podía hacer por ahora. Intentar pelear era un suicidio, todo lo que podía hacer era descansar unas horas, rogando no ser encontrada y que Azphel la proteja. Quizás las sombras nocturnas ayudarían a sanar sus heridas. Cuando se encuentre mejor, intentaría encontrar algún aliado, sea uno de sus compañeros o la guardia perdida.
Con un objetivo sólido se sintió mucho mejor, aunque tenía oscuros aros debajo de los ojos y arrugas de dolor en el entrecejo. Estaba fatigada más allá de sus fuerzas. Se dispuso a dejarse ir, nubarrones de sueño o inconsciencia filtrándose bajo sus párpados, cuando la luz de la luna fue abrúptamente bloqueada.
Rezien abrió los ojos de un tirón y se acuclilló de un salto, manos en sus pistolas, alas negras súbitamente extendidas.
En la entrada del árbol se encontraba lo que sin lugar a dudas era un Elyo. Por un instante se vio tan sorprendido como ella, pero inmediatamente desplegó sus alas blancas, amenazante, y desenfundó un par de dagas de sus caderas tan rápido que parecieron relampaguear.
Entre dientes siseó una sola palabra, tono cargado de veneno y desprecio.
-Ivpreldo.
Era la única palabra en la lengua Elya cuyo significado Rezien conocía:
"Asmodian".
[align=left]Asomó apenas la cabeza, cubierta de desordenado pelo corto, por un agujero en el tronco. Le dolían terriblemente las costillas; adivinó que tenía una o dos rotas, pero aún no había tenido tiempo de sentarse y evaluar el daño.
Sus pupilas se deslizaron hacia un lado y hacia el otro, y solo cuando estuvo segura de que no la rodeaban más que frondosa vegetacion y Vespines que zumbaban inocuamente, volvió a introducirse en el árbol y se acurrucó contra una de las paredes internas del inmenso tronco. Olía a savia y a humedad, y estaba generalmente muy sucio, pero probablemente era aséptico comparado con el barro en su piel, la sangre seca bajo sus garras y mateando su cabello, y su general desaseo.
Suspiró; era el momento de ver con cuantos huesos rotos y hemorragias la había agraciado esta emboscada.
Pero primero lo primero: se quitó una pistola de la cartuchera y luego la otra, apoyándolas ambas donde pudiera sentirlas junto a su piel. Luego chequeó sus municiones. Tenía suficientes para dos Elyos, uno si el enemigo era muy hábil.
Haciendo una mueca mezcla de dolor y asco, despegó, con mucho cuidado, un trozo de cuero semidestrozado y embebido en sangre de debajo de un flanco. El sonido resultante fue repugnante, y el ya pálido rostro de la muchacha perdió el poco color que tenía. La herida era de una seriedad que no podía ignorar, no por mucho tiempo. ¿Pero que podía hacer? Faltaban varias horas para poder contar con el amparo de la noche, y aún así estaría saliendo al descubierto en territorio enemigo. Nadie iba a ayudarla, no conocía el terreno, sus animales, sus monstruos, incluso sus hierbas eran diferentes. Más que encontrar vegetales curativos o algo que la ayude a tratar la herida, era más probable que termine envenenándose y muriendo como una estúpida.
Casi todo en Rezien era perfectamente humano. Solo el tinte pálido, grisáseo, vagamente azulado de su piel delataba que no pertenecía a este mundo de sol y calor. Y las garras, como gruesos cuchillos que hacían las veces de manos. Las de los pies eran aún mayores y más pesadas, mortíferas como los talones de un ave de presa.
Tanto su cabello (corto y muy despeinado) como sus ojos eran de un azul apagado y triste, en claro contraste con los rasgos jovenes y suaves de su rostro. Un rostro que parecía "hecho para sonreír" como solía decirle el armero de la fortaleza.
Se preguntó si volvería a ver las nevadas cimas de Morheim, e inmediatamente se respondió que no. Si moría a causa de sus heridas, su alma estaba ligada al Kisk que escondieron infructuosamente al incio de la misión. Sin duda estaba rodeado de Elyos en este mismo momento. Esas bestias arrogantes la capturarían y le harían sepa dios qué cosas, y nunca volvería a su hogar.
Lo supo desde el momento en que el pequeño escuadrón se separó en medio del caos de magia ardiente y zumbidos de las flechas. De las alas blancas que se arremolinaron sobre ellos, acorralándolos, inflexibles, cazándolos sin piedad.
De la misma forma en que ellos habrían actuado en esa situación.
Fue una gran jugada, tenía que darle crédito a los Elyos. Sonrió con amargura; Incluso una novata en la guerra como ella podía ver que la ejecución fue impecable.
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-El Rift está abierto, entren!!
La voz del capitán poseía indiscutible autoridad. Era un Chanter entrado en años, de musculatura muy marcada y cicatrices que podían asustar al impresionable. Sus alas eran magnificas; a Rezien le había impactado su inmensidad y frondosidad de sus plumas, de un negro un tanto opaco y mustio quizás, pero aún así imponentes. Las suyas eran inmaduras y suaves en comparación- no importaba que ya ostentase un par superior a los del Daeva recien ascendido, no se comparaban con las del capitán, fuertes y entrenadas para largos vuelos en el Abyss.
Era un escuadrón de cuatro Deavas, elegidos personalmente por el comandante de Morheim, Aegir. Aunque Rezien sospechaba que su elección tenía más que ver con falta de espadas disponibles que su propia pericia como guerrera. Era una Gunslinger precoz, agil y escurridiza, que había aprendido rápido los trucos de su especialidad, y jugaba a sus fortalezas. Pero no se engañaba a si misma con respecto a su poder y especialmente su resistencia: un buen golpe y bien podría contar sus plumas.
Entonces eran ella, el capitán Chanter, un Ranger de pocas palabras, y su menos favorito del grupo: un Songweaver de gesto burlón que parecía más mercenario que soldado entrenado. El arpa mágica se veía completamente fuera de lugar entre sus enormes garras, tres o cuatro veces mayores que las suyas. Pero con todo, su habilidad era innegable. Era un grupo que se especilizaba en ataques de rango, que el comandante Aegir consideró adecuado para la misión en mano.
Rezien sonreía, hablaba, y bromeaba mucho, cosa que poco ayudaba a esconder su nerviosismo. Era apenas la segunda vez que pisaba suelo de Elysea, y la primera no había sido una experiencia particularmente divertida. Lo que más recordaba era el sol. Era tibio, era cálido, era extraño y amenazador. La tierra de Eltnen rebozaba de vegetación y piezas de caza, tierra fertil y clima ideal para la agricultura. Esa abundancia de recursos, esos hermosos parajes la llenaron de envidia y rencor. ¿Que habían hecho esos malditos Elyos para merecer el paraíso que poseían, mientras en Asmodae la gente trabajadora y buena moría de frío y hambre todos los días? Traidores y cobardes, los odiaba. Oh, cómo los odiaba!
Había sido una misión de reconocimiento y terminó sin que tuviera siquiera que desenfundar, pero la llenó de sentimientos oscuros que anteriormente no poseía. Ansiaba verter sangre Elya, más que durante todo su entrenamiento en Altgard y Pandaemonium.
El escuadrón se lanzó al través del Rift, un portal de energía aethérica impredecible que tenía la capacidad de comunicar Asmodae y Elysea por breves periodos de tiempo. Eran la única forma conocida de cruzar de un plano al otro, por lo que estudiosos intentaban aprender todo lo posible sobre ellos.
El objetivo de la misión era rescatar a una joven guardia que se había quedado atrapada cerca de la fortaleza de Eltnen, sin Kisk y sin medio de regresar a salvo. El Songweaver insitía, con voz jocosa, que la muchacha ya había sido capturada, su cuerpo seguramente profanado por los Elyos, a lo que Rezien reprimía enojadas palabrotas. ¿Como podía bromear sobre el tan funesto destino de una de sus hermanas Asmodianas?
Todo parecía ir sobre ruedas a primera vista. Con pasos silenciosos como felinos, avanzaron cuesta arriba hacia el punto estratégico donde esconderían el Kisk, y no vieron ni un solo Elyo en todo el trayecto. El sol los incomodaba a todos, incluso al viejo capitán, pese a que se esforzaba por no demostrarlo. El Ranger, que era fuerte y ancho de espaldas a la vez que ágil, desenfundó la enorme roca y la apoyó en el suelo con cuidado. El capitán realizó el breve ritual, y todos ligaron sus almas al Kisk, cuya apariencia que recordaba a una tumba no parecía perturbar a nadie.
Un Maeki (animal similar a un gran gato con antenas) se escurrió rápidamente entre unos arbustos, y fue entonces que el infierno se desató.
Rezien no entendió mucho en un inicio, pero se vio al instante cubierta toda por el enorme escudo del Capitán. La lluvia de flechas hacía dificil oír algo más.
-¡Corre! -Gritó.
-¡¡Corre, Rez!! -Gritó a su vez el Songweaver, cuya voz tersa adquirió un súbito tono melodioso; estaba entonando, pero un grito de dolor interrumpió el conjuro. Una flecha se le había enterrado en una pierna. Las espectaculares alas blancas de los Elyos cubrieron el sol. Gritaban órdenes, burlas, e insultos en su lengua extraña e incomprensible. Rezien desenfundó sendas armas, su confiable par de Shadedrenched Pistols, temblando como una hoja, de odio y de miedo. Sabía que no tenía oportunidad.
Un guante metálico, sin duda perteneciente al capitán, se cerró en torno a la delgada muqueña de la Gunslinger.
-No, vete!
Escuchó un nuevo grito; esta vez provino de las alturas. Un Elyo había sido alcanzado por una flecha somnífera del Ranger, y se precipitaba al suelo. Ahora entendía el porqué habían situado el Kisk en un lugar elevado: Rezien se escurrió del refugio del escudo y materializó sus alas, negras como la noche, con destellos rojizos. Se arrojó por el acantilado sin mirar atrás, atrapando las corrientes de aire y dándole a sus alas todo el impulso del que fue capaz. De haber sabido que aquella sería la última vez que podría usar sus alas para volar libremente por los cielos, habría disfrutado mucho más del vuelo, pese a lo sombrío de las circunstancias.
Volvió la cabeza hacia atrás justo a tiempo para ver como otros tres pares de alas negras salían disparados en direcciones dispersas, uno de los cuales, probablemente el Ranger o el Songweaver, parecía tener severas dificultades para mantener una linea recta. Miró hacia adelante y hacia atrás de nuevo; virar en un ángulo tan agudo a esta velocidad probablemente le destrozaría las alas, pero tenía que intentarlo, tenía que ayudar. Juntos eran mas fuertes.
Se preparó para el dolor, y éste la envolvió mucho antes siquiera de que pueda hacer el viraje suicida. Algo ardiente y afilado la alcanzó en un costado, provocándole un sufrimiento tan intenso que mantener el vuelo le resultó casi imposible. Cegada por el dolor, batió frenéticamente las alas en busca de alejarse todo lo posible de su atacante, un Sorcerer sin duda, y uno experimentado. Perdió altura sin siquiera notarlo. Fuego. Sentía la herida en llamas. Esquivó una rama, otra, una esquina del ala se le enganchó en una tercera. Antes de darse cuenta estaba rodando patéticamente por el suelo, hiriendose aún más y lastimando severamente sus alas.
Se levantó de un tirón, gimiendo de agonía. Sus alas se desvanecieron, pero era lo último en su cabeza: tenía que seguir alejándose. No parecía que la estuvieran siguiendo, pero no iba a arriesgarse, tenía que encontrar refugio y tenía que encontrarlo rápido.
Y así fue como terminó dentro del hueco de un árbol tan grande como el templo de Pandaemonium, jadeando con furia y con el corazón aterrorizado.
Luego de terminar de hacer un chequeo general de su condición se tranquilizó apenas. Lo que no tenía sentido visto que estaba fatalmente herida. La baja de adrenalina, quizás. Se sentía desvalida y vulnerable, y entendía que todos sus anteriores combates, ni multiplicados por cien, podrían haberla preparado para la realidad de esto. Era una mocosa inmadura que nada tenía que hacer en medio de todos estos experimentados guerreros.
¿Estarían vivos los demás? El capitán sin dudas lo estaba. Era demasiado hábil, demasiado astuto, demasiado fuerte como para caer en manos de esos estúpidos Elyos. Pero y los otros dos? ¿Y si los capturaron? ¿Y si estaban haciendoles las mismas cosas horribles que a la pobre guardia que habían ido a rescatar? ¿Como podría regresar a Asmodae sin ellos? ¿regresar a Asmodae? No, la situación no había cambiado, regresar era imposible sin importar cuanto lo deseara.
Inhaló profundamente, lo que le produjo un intenso dolor. Nada podía hacer por ahora. Intentar pelear era un suicidio, todo lo que podía hacer era descansar unas horas, rogando no ser encontrada y que Azphel la proteja. Quizás las sombras nocturnas ayudarían a sanar sus heridas. Cuando se encuentre mejor, intentaría encontrar algún aliado, sea uno de sus compañeros o la guardia perdida.
Con un objetivo sólido se sintió mucho mejor, aunque tenía oscuros aros debajo de los ojos y arrugas de dolor en el entrecejo. Estaba fatigada más allá de sus fuerzas. Se dispuso a dejarse ir, nubarrones de sueño o inconsciencia filtrándose bajo sus párpados, cuando la luz de la luna fue abrúptamente bloqueada.
Rezien abrió los ojos de un tirón y se acuclilló de un salto, manos en sus pistolas, alas negras súbitamente extendidas.
En la entrada del árbol se encontraba lo que sin lugar a dudas era un Elyo. Por un instante se vio tan sorprendido como ella, pero inmediatamente desplegó sus alas blancas, amenazante, y desenfundó un par de dagas de sus caderas tan rápido que parecieron relampaguear.
Entre dientes siseó una sola palabra, tono cargado de veneno y desprecio.
-Ivpreldo.
Era la única palabra en la lengua Elya cuyo significado Rezien conocía:
"Asmodian".
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